(LAS TRAMPAS DEL DIABLO)

“De las trampas del diablo, la más lograda,
es persuadirnos de que no existe”
Charles Baudelaire

También quiero hablar
de la guerra. Por ejemplo,
ésta inmediata, brutal, diaria:
madruga, sonríe, adopta
sus maneras, el disfraz – procura
no repetir corbata -, asume
la trepidante inercia
que nos lleva.
La libertad es el fruto
que recoge la paciencia
si no se cae de maduro
o lo pudren las inclemencias.
Y suerte si al final
alcanzas tu primavera
cuando el invierno pese
como nieve en tu cabeza.
Suerte si al final
no te alcanzaron las bombas
o en el placer no hallaste un virus
que va minando tus horas.
Suerte si al final
no te mataron las drogas,
resignado a no aceptar
el ritmo, el sinsentido
que por dentro nos asola.

Por desgracia hay otras guerras
más terribles.
Muere cada segundo
más de un niño.
Su pan,
como un milagro, se convierte
en pujante industria de armas
de destrucción masiva.
Y sobre Irak, en este instante, llueve,
incesantemente llueven
miles de misiles,
lloran sin dolor mientras caen
arrasando civiles.
Implacable el terror
va tomando las esquinas.
El enemigo se disfraza
de guardián de sus vidas.

Esto pasa, está ocurriendo
justo en este injusto,
intrascendente momento,
mientras tú, cansada, te quejas
y me pides, con razón,
que te ayude con la cena
y no entiendes
esta dosis obligada
de paz,
esta tregua,
resguardado en mi trinchera
sólo el tiempo necesario
para cargar
de coraje mi escopeta

- que sus balas son latidos
que disparo a tu conciencia -.

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